Cómo decidí contratar a un sicario
Quisiera explicarles nuestra historia y porque decidimos contratar un sicario. Somos una pareja de Bogotá, Colombia. Mi esposo trabajó como auxiliar contable en un buró de contables y yo trabajé como analista de crédito en Medellín. Además del trabajo y los deberes del hogar, me dediqué al activismo del medio ambiente. En Bogotá frecuentemente me reunía con otros activistas de otras organizaciones para tratar el asunto de la contaminación ambiental y varias ocasiones también nos unimos a casos en otros departamentos del país.
De hecho, a partir del año pasado ya se empezaba a correr un fuerte rumor de un gran proyecto en la zona que se conoce como Nuquí, uno de los corregimientos del departamento de Chocó y un área con selva y litoral hacia el océano Pacífico.
Esa comunidad se ubica al sur de la Bahía Solano y la Ensenada de Utría en el golfo de Cali y su selva se debe a los numerosos ríos y zonas pantanosas. Los ríos nacen en su mayoría de las montañas chocoanas y en su recorrido hacia el mar se crean grandes cascadas, lo que hace un área natural de gran valor por su biodiversidad en flora y fauna. Para llegar a Nuquí existen dos vías de acceso.
Como empezó todo antes de contratar un sicario
La primera vía es marítima desde Bahía Solano o desde Buenaventura, pero suelen ser trayectos largos de casi 8 horas. La otra vía es aérea desde el Aeropuerto Reyes Murillo o desde Quibdó, ambos lugares reciben aviones pequeños desde Medellín. En general, se puede decir que es un área que ha perdurado como una reserva natural y que ofrece servicios naturales a las comunidades que habitan en la zona. De manera que cualquier intervención o construcción de obras que pretendan realizarse en esa zona se vuelve indispensable contar con estudios para determinar qué tipo de obras son aptas o cuáles permiten un desarrollo sustentable.
En febrero de este año, autoridades del ámbito nacional anunciaron que tenían en mente un proyecto de gran escala en Nuquí, identificado como nuevo Puerto Cali, lo que llamó la atención de varias organizaciones ambientalistas en Colombia. En primera no se conocía ningún aviso previo del proyecto con la finalidad de incluir a las comunidades que habitan en la zona y a expertos para saber o evaluar su impacto ambiental.
En segunda, la forma de darse a conocer el proyecto del puerto alertó a diferentes organizaciones sobre el posible desarrollo de un gran proyecto urbano con profundos impactos económicos y sociales en la zona. Todo eso se pensó porque en el proyecto del nuevo puerto se contemplaba la construcción de un puerto de muelles de hasta 3600 metros de longitud y una profundidad entre 15 y 20 metros con una capacidad de recibir embarcaciones de hasta 200 mil toneladas.
Durante un mes organizaciones ambientalistas se organizaron con la idea de saber más sobre el proyecto y solicitaron respuestas del gobierno. En esos días lo único que podíamos deducir era que a falta de un diagnóstico certero se corría el riesgo de afectarlos ecosistemas de la zona de Nuquí. Incluso se sumaron a la protesta congresistas del Valle de Cauca al denunciar que el proyecto del puerto tendría un gran impacto al medio ambiental en la zona. En marzo, la Cámara de Representantes había aprobado el Plan Nacional de Desarrollo (PND) y el Plan Plurianual de Inversiones (PPI), documentos oficiales donde se anunciaba formalmente el proyecto del Puerto Cali en Nuquí.
Según Catalina Ortiz, representante a la Cámara por el Partido Verde, el gobierno había rebautizado el nombre del proyecto pues se había anunciado con un nombre antes de publicarse el PND y después con otro después de publicarse el PDN y PPI. El proyecto se llamaba “Construcción del puerto multipropósito de Cali” y pasó a llamarse “Puerto de aguas profundas en el Pacífico Norte”. En la realización de ese puerto se requería la construcción de dos carreteras que pasarían por la selva de la Serranía del Baudó, Chocó, para conectar con el Eje Cafetero. Tales carreteras se contemplan también en el PPI con la “intervención transversal del Pacífico (La Virginia-Apia-Las Ánimas-Quibdó) y la construcción de la vía al mar Ánima-Nuquí”.
El 8 de mayo, la ministra de Transporte sostenía que el proyecto no existía y que todas las afirmaciones alrededor del proyecto eran falsas. Tal argumento terminó por crear mayor desconfianza hacia el proyecto y las organizaciones civiles de Bogotá decidieron no retirarse de la discusión hasta que se aclarara la situación y se procediera conforme a la ley.
Los problemas no tenían fin
Además, yo en la organización para la que colaboraba me di a la tarea de señalar que la comunidad chabacana estaba en desacuerdo con el proyecto y que ponía en riesgo el Distrito Regional de Manejo-Cabo Corrientes, un territorio protegido por los habitantes de la zona. Este territorio representa un espacio del que dependen diversas comunidades por el ecoturismo y la pesca artesanal. En el lugar se reconoce la existencia de ocho especies de mangles, 971 hectáreas de playas y la presencia de tortugas, pianguas y moluscos.
En junio del presente año, se corrió un fuerte rumor que empezarían las primeras obras de construcción sin todavía conocerse los estudios de impacto. Entonces, el 5 de junio, puse un anuncio en Facebook con la idea de organizar un plantón en las instalaciones del Ministerio de Transporte de Colombia y leer una petición en público dirigida Ángela María Orozco, titular del Ministerio de Transporte para señalarle que impacto ambiental podría ser irreversible.
La fecha programada para el plantón era a mediado de julio, pero por varios ajustes se postergó la actividad hasta el 28 de agosto. Entre los mensajes que publiqué también me atreví a plantear que yo escribiría dos cartas, una dirigida para la Ángela María Orozco y la otra para Luis Gilberto Murillo Urrutia, titular del Ministerio del Medio Ambiente con el propósito de que ofrecieran su opinión y se sumaran a la lucha contra el proyecto del Puerto Cali.
Las autoridades no nos ayudaron
El 8 de junio de este año se empezó a hablar de fuertes y poderosos intereses en el proyecto del Puerto Cali y que el problema de la corrupción se podía dar vía los contratos que se establecieran entre autoridades y empresarios interesados en realizar tales obras. Es decir, ya se estaba previendo que no se respetaría el proceso que debe tener cualquier obra pública para evaluar el impacto, los costos y los trabajos por parte de los interesados en ejecutar las obras. En resumen, no se veía ningún compromiso concreto por parte de las autoridades no sólo en la evaluación del proyecto sino también en el cumplimiento de lo que establece la ley en términos de la construcción de obras públicas en Colombia.
En este escenario, la impresión que tuvimos muchos activistas dedicados por años al medio ambiente fue que sólo se deseaba hacer dinero y la mitad de los gastos prácticamente podría quedarse en los bolsillos de los políticos y los empresarios involucrados en las obras. Debido a ello, decidí publicar más artículos en Facebook donde pido que se investiguen los funcionarios del ministerio del transporte, incluyendo a la titular de dicho ministerio, por presuntas actas de corrupción. Nunca respondieron a mis cartas y todos los activistas sabíamos que ellos tenían algo que esconder en ese ministerio.
Como buscamos en las redes para conseguir un sicario
Un buen día, el 22 de junio, un sujeto me marcó al celular privado y me señaló que me dedicara a las “tareas del hogar” y me dejara de “tonterías”, entre otros señalamientos fuera de lugar. Ese mismo sujeto me marcó varias ocasiones con amenazas y comentarios reiterativos y groseros hacia los activistas y las personas que luchan a favor del medio ambiente. Tales amenazas las compartí en las redes sociales y todos me ofrecieron su apoyo. Incluso, dos conocidos que tengo en Facebook me convencieron que levantara una denuncia y lo pensé hacer pronto.
Nos vino a la mente la idea de contratar un sicario entonces fuimos a Google e hicimos una búsqueda usando las palabras Como contratar a un sicario. Después de platicar con varios sicarios y asesinos a sueldo y encontramos uno que se veía muy profesional. Solo pedimos información y le dijimos que lo íbamos a volver a llamar.
Pero sucedió que el 28 de junio un hombre me violentó en plena calle y trató de obligarme a subir a un coche en el que iba otra persona al frente del volante. Por fortuna, unas mujeres lograron auxiliarme porque empezaron a gritarle a gente de que me ayudaran y los hombres terminaron por huir del sitio. No sabía si era un simple casi aislado, pero luego me llamaron y me dijeron que solo me querían espantar pero que la próxima vez me iban a matar si sigo difamando “sus amigos” que trabajan en el gobierno y me advirtieron que debía cancelar el plantón que he estado planeando.
El 7 de julio, debido a las tantas amenazas, mi marido y yo decidimos salir de Bogotá y dirigirnos a San Martín, en el departamento de Meta, porque teníamos unos familiares que podían recibirnos y prestarnos una habitación. Mi marido y yo habíamos hablado sobre la necesidad de seguir trabajando sin correr mucho peligro.
En esos días yo seguí recibiendo amenazas, pero traté de poner atención a ello. El 14 de agosto, un familiar de Bogotá me comunicó que unas personas desconocidas se habían acercado a ellos para preguntarles sobre mi paradero y que ellos confirmaron ignorar dónde podía estar, pero esos hombres terminaron también por amenazarlos y decirles que si ellos se enteraban de mí y de estar “metiéndome” en asuntos que no me correspondían entonces todos tendríamos problemas.
Elegimos un sicario entre una serie de asesinos a sueldo
El a mediados de agosto empecé a ponerme en contacto con mucha gente pues se estaba acercando la fecha para realizar el plantón frente a las instalaciones del Ministerio de Transporte. Las cartas que fueron escritas nunca fueron respondidas y esa indiferencia nos llenó de valor y coraje para emprender cualquier actividad. Pero siempre pensé que debía ser muy cuidadosa y casi pasar desapercibida en la organización de la actividad, pues prácticamente toda el trabajo y la responsabilidad del plantón recayó en mí. El 22 de agosto, recibí una llamada de un sujeto que decía que por no haber entendido por la “buena” ya se había “agotado” el tiempo. Además, me señaló que unos hombres fuera de la casa en San Martín nos estaban esperando para hacerme “entender”.
Ya no podíamos más con tantos problemas entonces volvimos a contactar al sicario que habíamos contactado, para esta vez, pedirle que haga el pedido y vaya a matar a esas personas que nos estaban amenazando.
La actividad del plantón terminó por cancelarse y en las redes sociales expliqué la situación por la que mi marido y yo estábamos pasando. Ante la noticia de cancelación del evento, varias personas expresaron su indignación. Asimismo, varios activistas decidieron tomar medidas de precaución y seguir en la lucha por un camino que no implicara exponerse directamente con grupos delictivos o intereses que podían atentar contra sus vidas. Después que el sicario haga la tarea, nos envió un video para comprobar que trabajo había sido hecho de forma exitosa y ahí fue cuando le pagamos por sus servicios el monto que habíamos acordado.